Es reconfortante saber que no eres solo tú, sino todos, los que no sabemos nada.
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Los seres humanos no se afanan por encajar en la sociedad, sino por encontrar la sociedad que encaje con ellos.
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Cuanto mejor encajas en la sociedad, menos puedes beneficiarte de ella.
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¿Qué es lo opuesto a la felicidad si no la ambición? ¿Lo opuesto al amor si no las expectativas?
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El entorno tiraniza; hay que procurar hacerle la revolución de vez en cuando.
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El que menos valora su propio tiempo es el que más se lo hace perder a los demás.
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El necio busca certezas; el sabio, soluciones.
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La inutilidad de los consejos radica en que nunca dos personas pasarán por la misma situación.
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El necio vende su tiempo; el sabio lo atesora; el genio lo capitaliza.
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Allí donde pregones tus dichas, por decoro, haz lo mismo con tus desdichas.
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Confiar esclaviza; a ambos.
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‘Yo sé’, ‘yo soy’,… ¡Qué atrevido es el yo!
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Antes, empezabas a conocer a alguien y, si os gustábais, intercambiábais el número de teléfono; ahora es al revés.
No hay mayor humillación que hacer creer que te están humillando.
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El necio codicia los momentos de jolgorio; el sabio, los de silencio.
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Solo vemos lo que creemos que satisface nuestros deseos; todo lo demás es invisible.
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La ambición, con expectativas, es una insensatez.
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Algunos días pierdes el tiempo; otros, el tiempo te encuentra.
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Ningún necio envidia el silencio del sabio.
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La mayoría de personas prefieren no aprender a aceptar que un rival les enseñe.
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Todos los deseos se cumplen. Todos.
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Sentimos alegría al acertar, éxtasis cuando sabemos que nuestro rival está equivocado.
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Si tienes que contenerte, es como si lo hubieses hecho.